Una amenazada reserva natural que se niega a morir.
- tecnoeducate
- 1 may 2013
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En estos días de mayo, de cambios de temperatura, lluvia y sol, en Barranquilla hay un aire acondicionado natural y permanente que se siente en dos sectores de la Normal Superior La Hacienda. Luis De la Hoz, estudiante de 11 grado, junto a otros seis compañeros está en uno de estos lugares.
-Cuando vengo acalorado y me quiero refrescar llegó hasta aquí, dice Luis.
Los estudiantes están al lado izquierdo de la capilla de la institución, entre el edificio de laboratorios, biblioteca y coordinación, en una de las zonas recuperadas del monte.
Un grupo de árboles, entre melina, cocoteros, palmeras, abanicos, acacias, olivos, eucaliptos, se levantan a más de 4 metros, con un follaje que apenas deja filtrar la luz de una tarde nublosa y gris, y la sensación es de una temperatura de unos 22 grados. Un microclima.
El área de unos 90 metros cuadrado destaca por su limpieza, libre de bolsas plásticas, y las mismas hojas secas, que caen, se han recogido en forma circular a los pies de los troncos para su abono.
El profesor León Darío Uribe y uno de los animadores de proteger la flora de la reserva natural de la Normal, levanta la voz y asegura: “Todo lo hemos hecho sin un peso”. Asienten los alumnos. “Por interés de nosotros”.
La institución entre 1997 y 1998 identificó unas 15 áreas entre las 17 hectáreas para sustentar la iniciativa de ser declarada Reserva Ecológica y Educativa por el Concejo Distrital que pasó el trámite y firmó el Acuerdo 011 del 31 de julio de 1999.
En el acuerdo quedó definido que es un “patrimonio ambiental del Distrito”, que contará con la formulación e investigación de proyectos ambientales escolares con la asistencia de la Alcaldía y para buscar recursos ante el Ministerio de Medio Ambiente, que se asignará una partida presupuestal general para fortalecer los proyectos que tengan que ver con la reserva ecológica educativa y la Normal tendrá que llevar a cabo programas o actividades orientadas para que otras escuelas ingresen y sensibilicen sobre el cuidado del medio ambiente.
Más de 12 años después, los profesores han insistido en cumplir el Acuerdo ante los dos recientes alcaldes y sus secretarios de educación, tampoco han sido claros en definir cuánto es el presupuesto para proteger la reserva. Los docentes espculan que son unos $300 millones por año.
La Secretaría de Educación se comprometió que este lunes entregaría alguna respuesta si se han entregado recursos o se dispondrá dinero en los próximos años para cumplir con el acuerdo, que hasta el viernes no había conocimiento de su existencia en algunos funcionarios. El Ecoparque, ubicado en la entrada y donde se eliminó una cancha de fútbol para recrear un habita de aves con una fuente, es la principal muestra del interés de la Normal para seguir defiendo su reserva natural. La entrada del Ecoparque tiene un cerramiento que se logró a cambio de una reforestación de Transelca, asegura el profesor Uribe.
Como el interés de los docentes es machacar, los profesores Diego Guarín y Melva Viena en el 2007 parieron la primera muestra fotográfica y el Centro de Interés de Bonsái, programa para enseñar técnicas de botánica. La muestra y la exposición de bonsái son un ejercicio de visibilizar la riqueza y los tesoros naturales de la escuela con su fauna, flora y animales silvestres.
De esa primera muestra fotográfica, Diego Guarín, licenciado en educación física y uno de los ganadores de torneos de voleibol intercolegial en los últimos 20 años en el Caribe colombiano, y con una mirada sensible al medio ambiente, llamaron la atención.
La autoridad ambiental Damab apareció por mediación de un periodista e hizo un trabajo que comenzó identificando algunos árboles, talando los que lo necesitaban por amenaza de plagas, y se mejoró la idea de un vivero que estaba ubicado en los dos edificios de bachillerato. El acompañamiento fue capital, porque el Distrito había reducido el personal de aseo de la escuela y porque Guarín, Viana y Uribe deseaban iniciar una reforestación ante la muerte de varios árbboles centenarios.
El vivero creció con especies tropicales dispuestas para también llevarla a otras partes de la ciudad, entre las arboledas de limón, mango, uvas playeras, hasta que el Damab desapareció.
La ausencia de aseadores aumentó la preocupación por el “relleno sanitario”, como le llamó Guarín a la caja donde se depositaban toda la basura generada por la escuela. Sin reciclaje en la fuente, la caja dispuesta por la empresa de aseo Triple A, frente al vivero, recibe la mayor basura, la que se puede reciclar y la orgánica.
Tres meses duró la ayuda del Damab, señalan los profesores, porque algunos funcionarios quisieron entrar y disponer de algunas plantas y árboles. La rectoría puso el freno y se acabó el encanto.
Se abandonó el vivero, algunas plantas, el programa hombricultura, que estaba generando abono y consciencia de aprovechar la basura orgánica, se volvió insostenible y algunos bonsái se rescataron y pasaron al lobby de la escuela frente al Ecoparque. El vivero se llenó de maleza y apareció un proyecto del Gobierno nacional de construir 12 aulas nuevas.

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